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Xavier Gómez-Batiste: “La crisis de la COVID-19 ha sido un trauma social, pero también una oportunidad para hacer aflorar valores como la compasión y la solidaridad"

Xavier Gómez-Batiste: “La crisis de la COVID-19 ha sido un trauma social, pero también una oportunidad para hacer aflorar valores como la compasión y la solidaridad"

Xavier Gómez-Batiste es director de la Càtedra de Cures Pal·liatives de la UVic-UCC ICO (Institut Català d’Oncologia) y máximo responsable de curas paliativas de la Organización Mundial de la Salud (OMS). También és profesor de la Facultad de Medicina de la UVic-UCC, dónde coordina la asignatura “Medicina social y habilidades comunicativas” de segundo curso, que precisamente se imparte a lo largo de este mes de mayo y que cuenta como docentes con Jordi Amblàs, Agnès Calsina, Xavier Costa y Josep Maria Vilaseca.

En el contexto de la crisis sanitaria de la C-19, Gómez Batiste, desde la cátedra y junto con otros expertos, entre los que miembros de la Cátedra de Bioética de la misma Universidad, ha liderado la elaboración de un documento de recomanaciones para la toma de decisiones éticas y clínicas en residencias, que ha sido adoptado por el Departamento de Salud y por el Servicio Catalán de la Salud como referente y modelo de aplicación propio. El pasado 7 de mayo, el médico y profesor fue uno de los protagonistas del programa Primera línia, de TV3, en el proceso de producción del que la periodista Fúlvia Nicolàs elaboró esta entrevista.

¿Cómo ha afectado la COVID-19 a los cuidados paliativos?

Esta pandemia ha irrumpido de una manera brutal, con una intensidad, una extensión y unas características tan especiales que ha generado unas necesidades paliativas multiplicadas por cien. Todo lo que nosotros habíamos ido incubando y trabajando de una manera más pausada, de repente se presenta de forma brusca y repentina, y afecta a miles de personas con una intensidad de sufrimiento enorme. Además, surgen muchas dificultades para aplicar lo que nosotros hacíamos de forma más reducida, ya que ahora afecta a todo el sistema, todas las personas, todos los profesionales, las familias y la sociedad. La primera reacción es pensar cómo podemos dar una respuesta, pero lo cierto es que esta debe dar el sistema, no los equipos de paliativos en concreto. Y debe ser una respuesta de compromiso, de competencia, de insertar la compasión de una manera gradual, con iniciativas personales, de organizaciones, profesionales e individuales y colectivas.

Los sanitarios que han vivido la pandemia desde dentro los centros sanitarios también tienen afectaciones importantes. ¿Qué recomendaciones les podemos dar?

Mi recomendación es vivir una experiencia en equipo, en comunidad. Hay un factor importante que ayuda a llevar bien lo que se está viviendo, que es el sentimiento de pertenencia y la autoestima de estar formando parte de un hospital, de un equipo de atención primaria o una residencia, así como el orgullo que supone sacar adelante y obtener buenos resultados. Y no me refiero sólo al reconocimiento de los aplausos, sino sobre todo a lo que tenemos entre nosotros cuando compartimos vivencias y resultados en equipo.

Otra recomendación es que hay que asegurar y exigir protección, porque no podemos afrontar una crisis sanitaria exponiéndonos a riesgos graves para nuestra salud. Es comprensible que no se pudiera dotar a todo el mundo de recursos de una manera inmediata, pero también se debe entender que los profesionales no podemos quedar desprotegidos. Por último, pienso que cuidarse personalmente es clave: hay que identificar los factores de riesgo con las herramientas de cuidado que tenga cada uno; descansar, relajarse, seguir una dieta equilibrada, estar rodeado por la gente que te quiere, dejarte ayudar ... porque aunque pueda parecer que donde nos hace falta cuidar de que a vamos tirando, si surgen síntomas tales como la angustia, hay que acudir rápidamente a los profesionales competentes que pueden ayudarte.

¿Qué crees que es lo que más afecta a un sanitario en un contexto como el que hemos vivido?

Yo creo que es la impotencia de tener que afrontar esta situación sin preparación, sin instrumentos, sin herramientas, sin recursos y al mismo tiempo tener que tomar decisiones complicadas y duras. La acumulación del sufrimiento, visto y vivido, también queda. Cuando atiendes muchos pacientes y muy rápido, porque tienes muchos y estás desbordado, pero ellos llevan una afectación mayor, a ti su sufrimiento también te va dejando huella.

Por eso nosotros trabajamos en la elaboración de un documento de toma de decisiones en residencias y en UCI, para que el médico que atiende a los pacientes no es responsable de que haya o o haya suficientes recursos disponibles. Pero por el contrario sí se encuentra en el escenario de tener que administrar unos recursos escasos de una manera compulsiva, rápida, con buena fe y con los principios de reticencia, de no hacer daño a nadie, pero sabiendo que sus decisiones están afectando e influyendo en aspectos cruciales de la vida de las personas: su calidad de vida, su supervivencia, su sufrimiento y el de sus familiares. Y esto es impactante.

¿Qué elementos nos pueden ayudar, a la sociedad, para recuperarnos como colectivo, de la crisis sanitaria que hemos vivido?

Un factor que puede ayudar mucho a mitigar el impacto es dar una respuesta conjunta, como sociedad, que se oriente al autocuidado. Pienso que compartir lo vivido será muy importante para apaciguar el duelo. La respuesta colectiva también será necesaria para afrontar el impacto económico y social que tendrá crisis y la percepción que tenemos del final de la vida y su aceptación. Nosotros, desde hace cuatro años, estamos llevando a cabo el proyecto "Vic, Ciudad Cuidadora", que concibe el municipio como una ciudad compasiva. El proyecto tiene una vertiente cultural importante, de promover una reflexión compartida con la sociedad sobre cómo podemos mejorar las actitudes y los comportamientos del final de la vida, y tiene otra vertiente asistencial, puesta en marcha más recientemente. Todo lo que hemos ido desarrollando en este proyecto ha servido mucho en el contexto actual, pero también se deberá reformular: identificar y reordenar las iniciativas sociales, potentes pero a veces fragmentadas, que ahora han surgido; detectar nuevas necesidades; crear nuevos programas y transformar los existentes para que sean más integrados y orientados a estas nuevas necesidades ...

¿Podemos decir que hemos sufrido un trauma social?

Por supuesto que sí, porque el impacto de lo que hemos vivido es a todos niveles: individual, familia, profesional, de sistema ... Como afecta tanta gente y desde tantos ángulos (salud, economía, cambio de valores ... ) podemos hablar de trauma social. Por eso yo digo que la sociedad debe reaccionar con esta visión de valores comunitarios y enderezar el momento actual: rehabilitar. También es una oportunidad para hacer aflorar y poner en valor esta ola de compasión y solidaridad que ha habido.

Qué sentimiento queda, ahora que la crisis sanitaria parece que se está superando?

Personalmente creo que un sentimiento de vulnerabilidad. Nos hemos dado cuenta de que somos muy vulnerables: resulta que un día estás bien, la sociedad en la que vives también, tienes estabilidad económica ... y en apenas ocho semanas esta situación cambia radicalmente. De aquí se deriva la reflexión sobre retornar a lo esencial, sobre los valores individuales: el sentido de la vida, lo que me ayuda a estar bien conmigo mismo, las relaciones clave, las prioridades fundamentales, y toda esta ola de humanismo, de ver qué puedo aportar para que el contexto que vivimos mejore. Desde el punto de vista de los cuidados paliativos, creo que todo lo que habíamos aprendido nos ha servir un poco, porque muchas de las decisiones tomadas estos últimos meses se han basado en todo lo que habíamos ido aprendiendo. Ahora lo que tenemos que hacer es reconducir el que ya teníamos, y lo que hemos aprendido sobre la marcha, hacia esta reflexión en torno a las necesidades esenciales.

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